Cinco pasos para encontrar tu vocación

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¿SABÍAS QUE LA PALABRA VOCACIÓN está relacionada con el término “cuerdas vocales” y significa “un llamado”? Más precisamente, significa pasar tu vida haciendo lo que tu corazón en lo más íntimo se siente llamado a hacer. Seguir una vocación quiere decir vivir tu vida propia, singular. Eso es, por supuesto, lo que a todos nosotros nos gustaría lograr, pero ¿cómo lo haremos?

Si preguntamos a las personas que están haciendo lo que realmente aman, “¿Cómo llegaste adonde estás?” descubrimos que muchos de ellos empezaron planteándose algunas preguntas básicas  1. ¿Qué me gustaría hacer realmente? 2. ¿Qué cosas hago o aprendo bien? 3. ¿Qué oportunidad me está ofreciendo la vida, ahora mismo, para hacer lo que me hace sentir alegremente vivo? De este modo empezaron consigo mismos, con sus propios dones y preferencias.

1. Pregúntate qué te hace sentir vivo
¿Empezar contigo mismo te parece egoísta? Si es así, probablemente estás interesado en servir al mundo. Ésa es ciertamente una meta que vale la pena, y muy importante. ¿Pero lo estás encarando correctamente? Howard Thurman, un destacado activista de los derechos civiles, autor de Jesus and the Disinherited [Jesús y los desheredados] y mentor de Martin Luther King, Jr., dio este consejo:  “No te preguntes qué es lo que necesita el mundo.   Pregúntate qué te hace sentir vivo, y luego hazlo. Porque lo que el mundo necesita es más gente que se sienta viva.”
    
¿Entonces qué es lo que hace que tú te sientas vivo? Cualquiera sea tu respuesta, apuntará a esa forma de servir al mundo que es la más apropiada para ti.  Cuando haces eso, expresas tu personalidad única—con todos tus talentos y todas tus limitaciones y defectos y tus esfuerzos por superarlos—que hace de ti quien eres, y esta singularidad es lo que el mundo necesita.
    
Quizás has oído hablar de Helen Keller o has visto la película sobre ella, La Trabajadora Milagrosa. Keller nació con una mente brillante, pero cuando aún no tenía dos años perdió para siempre tanto la vista como la audición. A pesar de ello, y con la ayuda de su talentosa y dedicada maestra Anne Sullivan, aprendió a hablar y escribir. Fue también la primera estudiante ciega y sorda que se graduó en la universidad, y se distinguió como activista social, conferencista, y escritora.
    
Hasta hubo grandes santos—John Vianney por ejemplo—que batallaron con la escuela y hallaron extremadamente difícil estudiar. Pueden haber reprobado sus exámenes pero no se dieron por vencidos y al final cambiaron el mundo con su amor y valeroso servicio.
    
Ejemplos de este tipo te pueden ayudar a ver que aún tus desafíos y la forma en que los enfrentas son parte de sentirte vivo y de este modo servir al mundo. No obstante, los ejemplos se nos dan como inspiración, no para imitarlos. Hay un relato judío sobre un rabino que quería imitar a Abraham, el padre de la fe. “¡Hazme como Abraham!,” rezaba, “¡hazme como Abraham!” Pero Dios le dijo—según cuenta la historia— “Mira, ya tengo un Abraham. Te quiero a ti.” Cualquier persona a quien admires ya ha jugado su parte; ahora te toca a ti cumplir la tuya.
    
Cuando pienses en sentirte vivo y jugar tu parte, la imagen de una banda de jazz te puede ayudar a ver que no es egoísta para nada. Cómo toquen los miembros de una banda dependerá no sólo de su habilidad como músicos sino de lo bien que se escuchan mutuamente. Así es como llegamos a la tercera pregunta que las personas que encontraron su verdadera vocación se habían planteado. Después de preguntarse “¿Qué me gustaría hacer realmente?” y “¿Para qué soy bueno?” escucharon a todos los otros instrumentistas y dijeron, “¿Qué oportunidad me está ofreciendo la vida—ahora mismo?”

2. Confía en las oportunidades que la vida y Dios están ofreciendo
¡Una vez que sepas qué le da alegría profunda y duradera a tu corazón, ve por ello! Confía en que la vida te brindará a cada momento exactamente lo que necesitas (esta valiente confianza se llama fe). Si confías verdaderamente en la vida, puedes dejar tus ilusiones y abrirte a la realidad con todas sus sorpresas (esta apertura a las sorpresas se llama esperanza). Seguir adelante con confianza y apertura es como gritar un alegre “¡sí!” al fuerte viento de la vida que te encuentra. Súbitamente te das cuenta: Todos estamos unidos. La vida es una red de pertenencia mutua (y tu “sí” a la pertenencia se llama amor).

“Escucha con los oídos de tu corazón. ¿A qué te invita la vida, ahora mismo? A veces la vida te invita a aprender algo.”
“Escucha con los oídos de tu corazón. ¿A qué te invita la vida, ahora mismo? A veces la vida te invita a aprender algo.”
A veces nos equivocamos; pensamos que fe quiere decir creer algo. Pero eso es creencia. La fe es confianza valerosa en la vida—confianza en esa misteriosa fuente de vida y vitalidad llamada “Dios.” Y a menudo confundimos esperanza con nuestras esperanzas. Pero nuestras esperanzas son por cosas y eventos que imaginamos; la esperanza es estar abierto a lo inimaginable, a la sorpresa; de hecho sorpresa es un buen nombre para Dios porque no encierra a Dios. El amor, también, es frecuentemente mal entendido; tendemos a confundirlo con la preferencia. Pero lo que hace que el amor sea amor no es la preferencia sino el sentido de pertenencia mutua. Y porque todo en el universo está inseparablemente unido con todo lo demás, el amor en sentido total es tu “sí” a la pertenencia ilimitada—un “sí” que no se expresa en palabras sino en la forma en que vivimos.
    
Vivir en fe y esperanza y amor significa encontrar tu verdadera vocación. Significa atravesar la vida con confianza y apertura y un “sí” que lo abarca todo y por lo tanto sentirte vivo con la vida divina en tu interior. En la historia bíblica de la creación se nos da una hermosa imagen: Como seres humanos nos sentimos vivos cuando Dios nos da el aliento de vida. Para usar una imagen más cercana a nosotros, somos como tantas diferentes burbujas de jabón, todos llenos con uno y el mismo divino aliento de vida. Para recordarme de ello me gusta soplar burbujas de jabón en mi cumpleaños cada año. Si recuerdas esa verdad, miras a los otros de manera diferente—y no solamente a los otros; te miras de forma diferente a ti y tu relación con esa fuente, plenitud, y dinamismo de la vida que llamamos Dios. Entonces entiendes por qué San Pablo dijo: “En él vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser” (Hechos 17:28).

¿Existe un método sencillo para poner todo esto en práctica? Sí existe. Pero recuerda, sencillo no quiere decir fácil; tendrás que darle todo lo que tienes. El método tiene tres partes: Detenerse, escuchar, responder.

3. Detenerse
Detente, o vas a dejar pasar la oportunidad que la vida te está ofreciendo en este preciso momento. A menos que aprendas a detenerte, estás manejando en automático. Necesitas construir señales de alto en tu vida diaria. Antes de abrir tus ojos en la mañana, antes de poner la llave en el encendido del auto, antes de abrir tu computadora, estos inicios te invitan a detenerte por una fracción de segundo. También lo hacen los momentos en que algo hace que te detengas—un semáforo, una fila en la caja del supermercado, o alguien que llega tarde. Los finales, también, sirven de buenos puntos para detenerse: Cuando te levantas de la mesa, cierras tu libro, o apagas la luz, detente aunque sea brevemente. Al detenerte, practicas la fe: Confías en que la vida, y el Que Nos Da la Vida, tiene un mensaje para ti, una invitación.

4. Escuchar
Y entonces escuchas—con los oídos de tu corazón. ¿A qué te invita la vida, ahora mismo? La mayor parte del tiempo la vida te invita a disfrutar—lo que ves, saboreas, hueles, tocas, u oyes. Detenerte y escuchar hace que te sientas vivo con todos tus sentidos. De lo contrario te pierdes estos placeres al apurarte a pasar por ellos. Pero a veces la vida te invita a aprender algo—por ejemplo paciencia (eso no es tan agradable)—o a moverte más allá de lo que estás acostumbrado (eso también puede ser inconveniente). En otros momentos la vida puede invitarte a compartir—tu tiempo, tu experiencia, tus recursos—o a ponerte de pie y que cuenten contigo para arreglar un problema. Cualquier cosa que pueda ser siempre será sorprendente si sólo escuchas profundamente. Porque escuchar de esta manera es un ejercicio de esperanza. Te vuelve más y más abierto a la sorpresa.

5. Responder
La mayor sorpresa será descubrir cómo deteniéndote y escuchando llegas a interactuar amorosamente con otros si practicas el siguiente paso y respondes a la invitación de la vida en un momento dado. Esa respuesta es un ejercicio de amor, tu “¡sí!” vívido a pertenecer. Es tu respuesta a un llamado muy personal, y convierte lo que sea que estés haciendo en una vocación, tu vocación única—porque ninguna otra persona puede escuchar y responder con tu corazón. La alegría que vas a encontrar en este camino, sin importar lo duro que pueda ser por momentos, te probará que es el camino correcto para ti. Entonces te darás cuenta de lo que significa cuando Jesús dice, “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10)
Brother David Steindl-Rast, O.S.B.El hermano David Steindl-Rast, O.S.B. es monje Benedictino, autor y conferencista, y cofundador de gratefulness.org.




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