Para la Hermana Jamie Phelps, las alegrías de la vida superan a los problemas

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PREGUNTA A LA HERMANA JAMIE T. PHELPS, O.P. qué le gusta hacer para divertirse, y ella lanzará una rápida y sonora carcajada. “Ante todo”, ella dice, “la vida es diversión”.

Esto viene de una mujer que estaba a punto de tomar un avión de regreso a New Orleans cuando Katrina golpeó. Ella no había estado viendo las noticias, así que pensaba que el huracán se dirigía hacia Florida y evitaría su hogar por completo. Temporalmente fuera de su trabajo como profesora de Teología Sistemática en la Xavier University, Phelps trasladó temporalmente y de manera informal el Institute of Black Catholic Studies que ella dirige, hacia el norte, a la Universidad de Notre Dame. Cuando VISION iba camino a la imprenta, ella estaba planeando regresar en agosto del 2006 –“justo a tiempo para la temporada de huracanes”, bromea Phelps.

LA HERMANA JAMIE PHELPS comparte un momento de humor ligero en su oficina con un grupo de estudio independiente.

Sin titubear nunca para decir la verdad, ella ha escrito sobre el sufrimiento de los pobres de New Orleans en los días posteriores a Katrina. “La tormenta desenmascaró nuestra inmoralidad social colectiva”, escribe Phelps.

En lo personal, una de las cosas más difíciles para ella sobre Katrina fue que desbarató “mi curso de las 8 de la mañana para mujeres jóvenes brillantes”, una clase de teología universitaria a la que había dado solo dos sesiones, pero en la que ya percibía el potencial de contar con un extraordinario grupo de inteligentes mujeres jóvenes que luchan con todas las cosas correctas.

Dios en las vueltas y los giros
Pero por mucho que le guste dar y tomar con las ideas, con sus estudiantes y con el mundo en general, Phelps siempre está buscando el significado más profundo de lo que Dios está haciendo en un determinado tiempo y lugar. Ella ingresó a la orden Dominicanas de Adrian directamente de la escuela secundaria en 1959 y ha sido una hermana por más de 45 años, una mujer de color en un mundo mayoritariamente blanco.

Y su ministerio durante este tiempo ha dado vueltas y giros, siguiendo los impulsos de su corazón y su curiosidad intelectual y la marea de los eventos mundiales, alentada por fuerzas tales como el movimiento de los derechos civiles, el Concilio Vaticano II, la influencia de un mundo multicultural en el pensamiento teológico, y más recientemente, una tormenta que cambió vidas.

“Cuando hablamos de la jornada de la vida y la providencia de Dios, tú no escribes y planeas estas cosas”, dice Phelps. “Pero cuando miras tu vida en retrospectiva y a las personas que han tocado tu vida y el viaje que has realizado, puedes ver lo que mi gente de formación religiosa solía decir: Dios escribe derecho en renglones torcidos. Cuando envejeces, estas cosas comienzan a conectarse en formas que no podrías haber diseñado”.

“Yo no vivo de acuerdo a un plan de cinco años. Uno trata de discernir lo que Dios quiere en un momento y tiempo en particular. Y avanzas en ese camino sin saber cuál será la próxima llamada o el siguiente giro en tu vida. Pero cuando has vivido tanto como yo, miras hacia atrás y ves una totalidad ahí, ves una continuidad ahí”.

Tanteando el terreno
Nacida en Alabama, la menor de seis hijos, Phelps se crió en Chicago en un hogar católico educado donde su familia leía los periódicos y poesía, estudiaba piano clásico y rutinariamente discutía sobre religión, política y sexo a la mesa, y donde el ser niño no se consideraba una excusa para no contribuir a la conversación.

“Siempre le digo a la gente que tengo una esencia africana, un corazón sureño y agallas urbanas”, dice Phelps sobre estas influencias tempranas.

En la década de 1940, la suya fue la segunda familia negra en asistir a la mayoritariamente irlandesa e italiana escuela primaria de San Mateo, en la parte oeste de Chicago. Las maestras eran monjas dominicanas de Adrian, la misma orden a la que se unió más tarde.

Phelps había aprendido de sus padres, Emma Brown Phelps y Alfred Phelps Sr., que el trabajo era un medio para ayudar a otros. “Nos enseñaron que cualquier don que tuviéramos”, dice, “eran regalos que Dios nos había dado para la comunidad”.

Ella pensó en convertirse en enfermera, “pero no estaba muy segura de poder lidiar con la sangre”. Decidió que las monjas y los sacerdotes ayudaban al alma, lo que le pareció la más alta vocación de todas. Con sus maestros de primaria había visitado el convento de las dominicanas de Adrian y visto “sus boberías –hoy le llamaría alegría. Vi mujeres felices”.

Pero cuando Phelps trató de unirse a las dominicanas de Adrian en la escuela secundaria que dirigían, las líderes de la orden la desalentaron diciendo que “les preocupaba cómo podría yo, como una joven mujer negra, adaptarme a vivir en un ambiente de personas blancas”, recuerda.

PHELPS CELEBRA la graduación
de estudiantes del Institute for Black
Catholic Studies.

Quería recordarles que ella había sido uno de los tres únicos negros de su clase en la escuela primaria católica y que se había graduado entre los primeros de su clase. Pero insistieron en que pasara al menos dos años en otra escuela secundaria. Así que Phelps asistió a una secundaria blanca, mayoritariamente germano-polaca, Josephinum, donde se divirtió mucho uniéndose a clubs y bailando en la fiesta de graduación –se divirtió tanto que esperó cuatro años antes de volver a tocar a la puerta de las dominicanas de Adrian.

Ella se debatía entre la universidad y la orden, y su padre dudaba si las dominicanas de Adrian la tratarían como una igual. Pero “me dije a mí misma, no querrás despertarte dentro de 20 años pensando ‘yo debía, si yo hubiera, yo tenía que’, así que saca esto de tu sistema. Ve a ver si Dios te está llamando. Necesitas echar un vistazo”.

Fe y trabajo
Hoy, más de cuatro décadas después, ella escribe sobre madurar en la fe como parte de una comunidad, de compartir con sus hermanas de Adrian décadas de oración, risas y lucha. “He adquirido sabiduría, edad y gracia mientras he viajado con miembros de mi comunidad religiosa”, escribe, y los tiempos de conflicto han sido ampliamente superados por el aprendizaje y la alegría.

Como hermana dominicana ha enseñado de todo para estudiantes desde primer grado hasta posgrado; trabajó durante diez años como trabajadora social psiquiátrica, obtuvo un doctorado en Teología Sistemática en la Universidad Católica de América, y ha participado en parroquias tratando de determinar cómo podría celebrarse la liturgia en determinados contextos culturales. Phelps se complace en contar historias, en cantar y bailar con sus alumnos de primaria, en las lecciones que aprendió de las madres en proyectos de vivienda en Chicago sobre el amor incondicional y ser el cuerpo de Cristo.

Estudió sociología tras de que la gente constantemente le preguntara qué era lo que los negros pensaban o sentían respecto a ciertas cosas. Ella no quería responder sin fundamento que la respaldara. Trabajando con dos parroquias negras, Phelps se involucró con la reforma litúrgica y se sintió inspirada a utilizar algo diferente de la tibia música folclórica para el culto. Pensó, “Debe haber mejores canciones religiosas que esas”. Así que entró decidida en una tienda de música góspel.

Algunas personas se molestaron con lo que Phelps trajo para usar en la misa, llamándola música bautista. “Yo dije, ‘No, esta es música religiosa negra que los bautistas conservaron en sus bibliotecas hasta que tuviéramos suficiente sentido común para ir y comprobar que funciona’”.

A través de su trabajo parroquial, Phelps adquirió un interés en cómo la liturgia católica se desarrolla en determinados contextos culturales. Ella quería trabajar de manera integral con la gente; se sentía obligada como trabajadora social a ayudar a la gente a crecer espiritualmente. Quería saber más sobre sexismo y racismo y desigualdad económica en la sociedad y en la iglesia.

Así que Phelps fue a estudiar, y posteriormente a enseñar teología, trabajando como profesora en la Unión Teológica Católica, en la Universidad Loyola y ahora en Xavier.

Lo que está en marcha
Phelps se ha abierto camino como una inteligente y tenaz mujer afro-americana en una cultura que no siempre valora estas cualidades. En la actualidad, Phelps dice que ella animaría a la gente a considerar una vocación religiosa. Ha sido una vida rica y satisfactoria para ella.

Pero ella no endulza la realidad para los negros católicos. “Todavía estamos operando en una sociedad que aún no cree que el negro promedio normal que nace en esta sociedad sea igual al blanco promedio normal nacido en esta sociedad”, dice. “Todavía estamos trabajando sobre una ideología de supremacía blanca que dice que ser blanco es ontológicamente superior a ser negro. Y nadie en una conversación lo diría nunca. Pero es lo que veo que continua sucediendo”.

Ella conoce a personas negras que sintieron claramente el llamado de Dios pero que no fueron aceptadas por órdenes religiosas o seminarios. Es en parte por esta razón, dice, que la Iglesia Católica tiene relativamente pocos hombres y mujeres de color en la vida religiosa y que ha habido órdenes religiosas separadas para mujeres negras.

“Hay una cierta manera en que no somos considerados tan completamente católicos y humanos como otros católicos”, dice Phelps, quien es miembro fundadora de la Conferencia Nacional de Hermanas Negras. “He visto esto por un largo tiempo y en verdad no ha cambiado”.

Aún así ella ve claramente las alegrías y satisfacciones de la vida religiosa. “Lo entregué todo por el evangelio, ¡pero tengo todo lo que di y más!”, ha escrito Phelps. “No deseo nada material. No tengo esposo o hijos de mi propia sangre, pero cuento con cientos de estudiantes como ‘mis niños’ en préstamo mientras se encuentran en mis clases para nutrirlos intelectual, personal y moralmente… Me convertí en religiosa pero eso no impidió que también fuera educadora, trabajadora social psiquiátrica, organizadora comunitaria, liturgista, directora de coro, directora espiritual y teóloga”.

Todo se regresa
Después de Katrina, Phelps tuvo que llamar a su superiora y decirle que había estacionado su auto casi nuevo en el aeropuerto de New Orleans y que “podría estar flotando en el río”. Los muebles que la orden había comprado para ella cuando se mudó a Louisiana dos años antes podrían estar destrozados. “Su respuesta fue, ‘¡Está viva! Podemos reemplazar el auto y los muebles. Era usted quien nos preocupaba’”.

El auto y el departamento resultaron estar bien. El mensaje de amor de su compañera hermana fue un recordatorio de la profundidad de todo lo que se puede ganar siguiendo un llamado a la vida religiosa.

“Algunas personas te miran como si al hacer estos votos, lo dejaras todo”, dice Phelps. “Tú dejas todo, pero te regresa centuplicado”.

Leslie Scanlon es una escritora en Louisville, Kentucky.


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